Este no es un fin de semana común en las playas de Rosarito, es domingo a medio día y aparte festivo para los americanos. Las playas no lucen como antes en estas fechas, se ven muy desiertas a comparación de años atrás donde era un caos. Es tanta la falta de turismo que los nacionales hacen la mayoría en estas bastas playas. Para el mexicano que esta aquí es un domingo familiar con el compadre, carne asada (para no perder el estilo) y cervezas.
Unos niños intentando nadar y otros en la arena formando castillos aprovechando la falta de pies que lo destruyan.
En estas ultimas fechas de verano, el poco extranjero que vino sólo desea divertirse y descansar para seguir teniendo fuerzas para trabajar. También es un perfecta ocasión donde hombres y mujeres pueden presumir su cuerpo al público en general y ya si hay suerte poder conseguir un teléfono o correo. Los puestos de coco, botana y dulces no son tan socorridos como ellos hubieran querido.
Como habría de esperarse el domingo en la playa es para socializar con el pueblo. Las marcas y el estilo se imponen rápidamente resaltando colores que incitan al deseo que se vive entre semana ya que la playa es el lugar preferido para los estudiantes.
Sutilmente la playa se divide en dos sectores, el nacional y extranjero. El primero se distingue por los carros estacionados en la playa, las casas de campar y los envases de cerveza. Por el otro lado es totalmente diferente, los bares, restaurantes, antros y la música son el contexto del ambiente que se vive al norte de la playa. Los diminutos trajes de baño a veces hacen que la playa se vuelva solo para mayores de 18. Todo esto para dejar por saldo una ligera derrama económica. Una ves pasando todo esto y terminado el fin de semana, regresan las playas a quienes le pertenecen al pueblo de Rosarito. Al final del día todo volverá a ser normal a excepción del basurero que convirtieron nuestros connacionales y la mala educación de los americanos por no respetar el lugar.
Unos niños intentando nadar y otros en la arena formando castillos aprovechando la falta de pies que lo destruyan.
En estas ultimas fechas de verano, el poco extranjero que vino sólo desea divertirse y descansar para seguir teniendo fuerzas para trabajar. También es un perfecta ocasión donde hombres y mujeres pueden presumir su cuerpo al público en general y ya si hay suerte poder conseguir un teléfono o correo. Los puestos de coco, botana y dulces no son tan socorridos como ellos hubieran querido.
Como habría de esperarse el domingo en la playa es para socializar con el pueblo. Las marcas y el estilo se imponen rápidamente resaltando colores que incitan al deseo que se vive entre semana ya que la playa es el lugar preferido para los estudiantes.
Sutilmente la playa se divide en dos sectores, el nacional y extranjero. El primero se distingue por los carros estacionados en la playa, las casas de campar y los envases de cerveza. Por el otro lado es totalmente diferente, los bares, restaurantes, antros y la música son el contexto del ambiente que se vive al norte de la playa. Los diminutos trajes de baño a veces hacen que la playa se vuelva solo para mayores de 18. Todo esto para dejar por saldo una ligera derrama económica. Una ves pasando todo esto y terminado el fin de semana, regresan las playas a quienes le pertenecen al pueblo de Rosarito. Al final del día todo volverá a ser normal a excepción del basurero que convirtieron nuestros connacionales y la mala educación de los americanos por no respetar el lugar.
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